viernes, 11 de noviembre de 2011

Yolanda.

Por su sangre corría la esquina, ese divino lugar donde los sueños nacen en la pequeña Habana, y en su garganta el infinito convertido en voz.
Mestiza de raíces profundas, hija de africano y española, Yolanda, nació en un barrio donde la melodía saludaba al vendedor ambulante en forma de pregón, para convertirse en la seductora amiga del bailarín callejero.
Su padre músico percusionista, comprendió desde muy temprano que a su hija los dioses africanos, le habían bendecido con el don de la voz, pero, con un corazón débil.
¿Que hacer?, se decía, la vida del artista es difícil y quiero que crezca y viva con buena salud.
Tomó la decisión de que la niña no cantara, pero el destino se escribe mucho antes de que se dicte, y la joven mulata decidió regalarle su voz al mundo.
Un diecisiete de septiembre, con sus canciones como único equipaje y una estampita de la Caridad del Cobre, como compañía, emigro al país donde los sueños viven esperando una oportunidad.
Yolanda pisó Miami, y Miami, se rindió a su voz.

Y desde allí, su garganta le contó al mundo, en forma de melodía, el sentir del mestizaje. En sus canciones siempre estuvieron presentes sus dioses africanos, y el recuerdo a Canarias.
Y en su mente, el volver a ver a aquel viejo percusionista que no quería que ella cantara.
Su corazón se debilitaba mientras su voz se hacía más reina, más infinita, más bella.
Los médicos le aconsejaban viajar a New York, pero ella se negaba a abandonar la calle 8 en Miami, y sobre todo, a hablar en un idioma que no fuera el español.
Se encerró en sí misma y guardó su voz, se alejó del mundo y de su público. Le ganó la tristeza.
Pero cuentan, que un día escucho el sonar de un tambor y su voz regresó.
Cantó para pocos, o para casi nadie. Su voz era inmensamente bella, cantaba mientras caminaba descalza por la calle 8 y su corazón se apagaba, viendo la silueta del percusionista desdibujada en el viento.

La daga pensante.

3 comentarios:

  1. Muy bonito micro-relato con reminiscencias cubanas. Preciosa la foto, como siempre. ¿¡Qué mejor regalo que una canción, una voz? Me encanta la música de todo tipo, que nos acompaña en todos los momentos de la vida, que suspende un momento de nuestras vidas adosado a una canción. La música nos enamora y nos encandila, nos transporta con la imaginación y nos hace soñar. Remueve nuestras emociones, nos sobrecoge de placer cuando la escuchamos de la voz de un interprete sublime, dejando en nuestro recuerdo una huella imperecedera. Está muy bien narrado el periplo de esta mujer unido a su voz. Saludos

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  2. Si algo me apasiona de Cuba, es como las personas se funden en conversaciones en la esquina de su barrio. Es una experiencia única que invito a todo viajero a vivir. Observar niños, joves, ancianos sentarse en una esquina y compartir cuentos, historias y hasta mentiras. Es realmente bello.
    Yolanda nace, de ese momento de esquina donde el talento se funde con el asfalto.
    Un saludo.

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  3. Eso es algo que hecho de menos. Ya sucedía en mi infancia, en el barrio donde crecí, donde se desarrolló mi niñez. Aún la veo en algunos pueblos, en localidades pequeñas. Lo he visto en localidades ancladas en el pasado en Sicilia, por ejemplo, en ciudades como la encantadora Noto o Erice. Saludos

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