Una furtiva lágrima, se deslizaba por la mejilla de Pepe, mientras que con gesto nostálgico, extendía una solida lona sobre su torno para madera.
-Cuatro generaciones han vivido de esta carpintería- se repetía de forma mental, mientras paseaba con la vista cada palmo de la gran nave.
Cuatro generaciones que ven poner fin, de forma especial la herencia que me entregaron.
La crisis y alguna banal mala inversión, junto con la falta de mercado, constituyeron la formula por la cual la carpintería "Ibarra", ponía fin a su historia al sur de Tirso de Molina.
Pepe con paso cansado, termino de extender la pesada lona, para después recoger de la mesa de recepción un manojo de llaves. En su bolsillo, sólo habitaba un euro, y en su ego la derrota.
Se dirigió al bar de costumbre, en el cual, durante veinticinco rutinarios años, se había tomado su café sin azúcar, hablado del Madrid de sus amores y del orgullo de ser de Tirso de Molina.
-Hola Pepe, ¿lo de siempre?- preguntó el dueño del bar, y con voz consoladora, prosiguió.-Tranquilo amigo, de esta se sale.
-No lo se Manuel, no lo se. Hoy me ha llegado el ultimo aviso del banco, donde me reclaman el préstamo integro de la hipoteca. Y la carpintería solo me da perdidas.
-Pepe tu sabes que yo...
-Tranquilo amigo,- lo interrumpió Pepe -toma, cobrate que hoy no tengo el cuerpo para mucha fiesta.
-Dejalo Pepe, la casa invita.
Pepe con gesto serio sonrió y con voz pausada dijo:
-No me ofendas Manuel, cobrate. No me hagas sentir peor.
El dueño del bar esbozó una media mueca, imitando una sonrisa. Recogió de la barra el euro a la vez que veía alejarse al derrotado carpintero.
Pepe se detuvo delante de la puerta de su adosado. Tomó aire, saco de su bolsillo el manojo de llaves y entró en casa. Sobre la mesa, un sin fin de facturas a las cuales miró con gesto despreciativo, y sin detenerse en ellas, corrió directo al ordenador.
-Por lo menos no han cortado el Internet.-Se dijo a la vez que tecleaba su dirección de correo.
Llevaba ya un buen rato el madrileño, leyendo su correo, compuesto de propuestas de trabajo denegadas, publicidad y algún que otro mail de viejos amigos, cuando de repente su ordenador se quedó en blanco. Pepe con cara de estupor, observó su ordenador y golpeando la mesa gritó:
-¡Que pasa!
-No pasa nada, José Ibarra. ¿O le gusta más Pepe?. -Contestó una voz a través del ordenador, al unisono instante en el que en la pantalla aparecía un mouse como logo.
-¡Que es esto!¿Una broma?- preguntó el carpintero con cara de incredulidad, cerrando de un gesto su ordenador.
-Abre el ordenador Pepe y escucha. Tenemos una propuesta que hacerte.
El asombrado vecino de Tirso de Molina, asustado, volvió a abrir el ordenado y con voz serena dijo:
-Escucho.
-Esto no es una broma señor Ibarra, es real. Has sido seleccionado en un juego millonario.
-Venga hombre por Dios.-Interrumpió Pepe.
-Callese y escuche. Levantese y dirijase a la mesa del salón. Allí encontrará justo al lado del montón de facturas, un maletín de piel. Acerquelo al ordenador por favor.
Pepe, que no salia de su incredulidad corrió hacia el salón donde encontró el maletín, y con voz alterada volvió a preguntar:
-¿Pero quienes sois?¿Como habéis entrado en mi casa?
-Eso no importa ahora. Centrese y escuche. Marque los siguientes dígitos para poder abrir el maletín, 0004.Verá seis compartimentos y un séptimo en la parte superior. ¡Lo ve!- Gritó la voz.
-Si lo veo, siga.
- Los seis compartimentos contienen seiscientos mil euros, y el séptimo un revolver. El juego consta de seis etapas. El revolver tiene una bala, no le seria difícil deducir que jugaremos a la ruleta rusa. En cada etapa superada, se abrirá un compartimento de forma automática. Si supera todas las etapas, sume usted. Si no supera la primera etapa, no dejará herencia, tiene treinta segundos para clickar en el mouse y comenzar el juego.
-Estáis locos- gritó el arruinado carpintero,-queréis que me juegue mi vida por dinero. Os devuelvo el maletín.
-Tienes mil razones, dos hijos y una mujer para aceptar Ibarra. Y solo una para decir que no. -argumento la voz, y tras una breve pausa prosiguió. -Como le dije, pasados treinta segundos acaba su oportunidad. Y quizás esta sea la única vez que tenga para que sus hijos no duerman en la calle. Treinta segundos y empezamos.
Pepe se levanto de su asiento, en su cara la desesperación era más que evidente. Por su mente surcaban miles de ideas como saetas, en un acto reflejo, visiono la cantidad dispuesta en el maletín y con gesto resoluto clickó.
-Bien señores, empieza el juego.
La pantalla del ordenador que hasta entonces permanecía con el logo del mouse, se cuadriculo en seis caras distintas. El arruinado carpintero, giró con rabia el tambor del revolver, apuntó a su sien y disparó, escuchando un click. Se había salvado.
Un compartimento del maletín se abrió de manera automática. El vecino de Tirso de Molina, no miro el dinero, volvió a girar el tambor y escuchó otro click. Dos etapas superadas.
Por su rostro corría un sudor frío, mientras la adrenalina enajenaba sus sentidos.
Otra vez volvió a girar el tambor y a escuchar otro nuevo click. Otro compartimento abierto.
Sus ojos cerrados al todo, se iluminaron al ver un rostro ensangrentado en la pantalla del ordenador. Conciencia furtiva del peligro que acechaba.
Pepe frunció el ceño, ya tenia ganado un millón ochocientos mil euros, debía seguir. Agarró la foto de sus hijos con rabia y volvió a girar el tambor, otro click y otro compartimento abierto.
-Dios esta de mi lado- pensó el carpintero.
Volvió a girar el tambor, a la vez que un grito desesperado irrumpió en la habitación.
-¿Que haces cariño?¿Que haces con esa arma? Sueltala.
-Vete Maite, vete y cierra la puerta.
La mujer se abalanzó en busca del revolver de manera desesperada, recibiendo un fuerte empujón por parte del ya kamikaze carpintero, que en un decisivo impulso se volvió a disparar. Otro click.
Pepe sonrió a carcajadas, mientras Maite, su mujer, asustada y con cara de estupor le rogaba.
-Pepe por dios que haces. No sigas. Estas loco. ¿Qué significan esas personas muertas que aparecen en la pantalla del ordenador?. Pepe escuchame, suelta el arma.
José Ibarra con temeridad y valor, producido por una elevada sobre dosis de adrenalina, se acercó a su esposa, besándole cada lágrima que corría por sus rojizas mejillas para después voltear sobre su eje, y sin girar esta vez el tambor, dispararse en la sien, escuchando el ultimo click.
-Bien señor Ibarra, ha ganado usted. Disfrute de su dinero.
El descendiente de cuatro generaciones de carpinteros, con la mirada perdida y el pulso tembloroso, levanto el revolver apunto al ordenador y disparó. Un fuerte ruido acompañado de un intenso olor a pólvora lleno la habitación, donde el ya no arruinado madrileño, reía enajenado abrazado a su esposa.
-Somo ricos, muy ricos cariño. Ya todo acabo. Al diablo con la crisis.
Alegría tras la tensión y el valor. Alegría tras la osadía y la adrenalina.
Mientras que a doscientos kilómetros de Tirso de Molina, una joven tendera decía adiós a sus ahorros y a los sueños de prosperar en la vida. Su cuenta en una web de trabajo, era su única salida. Visionaba la joven tendera aquellas propuestas enviadas, cuando de repente, la pantalla de su ordenador quedó en blanco.
-Que ha pasado?- se preguntó.
-Hola Elena ¿o te gusta más Lena?- Contestó una voz al unisono instante en el que aparecía el logo de un mouse.......
La daga pensante.