La céntrica avenida del pueblo de City Valls, se entregaba al deseo de sus habitantes, de celebrar la tradicional noche de Halloween. Las calabazas encendidas y los disfraces de los niños acompañados de sus risas y canciones, alegraban una noche sin estrellas.
Cada habitante era presa del desenfrenado deseo de vivir y disfrutar la noche más satánica del año, menos ella, la oscura e impenetrable María.
Ella veía en esta noche algo más que una celebración, anhelaba el regreso de su amo y señor. Discípula fiel de las druidas satánicas, María alimentaba su alma con recuerdos de antaño, cuando vagaba con sus hermanas por aldeas y poblados robando almas ingenuas.
En sus manos la gran biblia satánica, y en su voz el deseo de atravesar el inframundo y regresar al rebaño de impuros e inmorales fieles amantes del desorden y el caos.
Un gran lamento rompió el silencio de su infesta morada, y la oscuridad golpeo el pueblo de City Valls. Por las calles brotaba un manantial de blancas cucarachas, y en el cielo, miles de cuervos graznaban con hambre de almas vírgenes.
Los ojos de María observaban extasiados el regreso de la oscuridad, mientras los alegres cantos infantiles se tornaban en llantos y lamentos. La sangre caminaba en oleadas por el tranquilo pueblo, mientras los hombres marchaban con la mirada perdida hacia el desfiladero de los condenados.
En City Valls la noche se tornó fría, oscura, gris, mientras las druidas volaban en busca de más almas que devorar, atrapar, condenar.
"Noche de muertos vivientes...", repetía María, "... reinar en este día con la fuerza del mal, borrando la bondad del universo. Señor de las tinieblas, venid a mi, devolver a esta hija, sierva y esclava a tus regazos. Liberarme de vivir en el tormento de estar condenada a vagar de siglo en siglo entre mortales, que han perdido el miedo a tu presencia, convirtiendo esta, tu noche, en una fiesta de calabazas y caramelos".
La daga pensante.
Cada habitante era presa del desenfrenado deseo de vivir y disfrutar la noche más satánica del año, menos ella, la oscura e impenetrable María.
Ella veía en esta noche algo más que una celebración, anhelaba el regreso de su amo y señor. Discípula fiel de las druidas satánicas, María alimentaba su alma con recuerdos de antaño, cuando vagaba con sus hermanas por aldeas y poblados robando almas ingenuas.
En sus manos la gran biblia satánica, y en su voz el deseo de atravesar el inframundo y regresar al rebaño de impuros e inmorales fieles amantes del desorden y el caos.
Un gran lamento rompió el silencio de su infesta morada, y la oscuridad golpeo el pueblo de City Valls. Por las calles brotaba un manantial de blancas cucarachas, y en el cielo, miles de cuervos graznaban con hambre de almas vírgenes.
Los ojos de María observaban extasiados el regreso de la oscuridad, mientras los alegres cantos infantiles se tornaban en llantos y lamentos. La sangre caminaba en oleadas por el tranquilo pueblo, mientras los hombres marchaban con la mirada perdida hacia el desfiladero de los condenados.
En City Valls la noche se tornó fría, oscura, gris, mientras las druidas volaban en busca de más almas que devorar, atrapar, condenar.
"Noche de muertos vivientes...", repetía María, "... reinar en este día con la fuerza del mal, borrando la bondad del universo. Señor de las tinieblas, venid a mi, devolver a esta hija, sierva y esclava a tus regazos. Liberarme de vivir en el tormento de estar condenada a vagar de siglo en siglo entre mortales, que han perdido el miedo a tu presencia, convirtiendo esta, tu noche, en una fiesta de calabazas y caramelos".
La daga pensante.