miércoles, 28 de septiembre de 2011

En busca de las huellas de mi pasado.

Ahora que los años le han ganado a la arrogante estupidez de mi mente, y las horas se convierten en días, echo la vista atrás y busco las huellas de mi pasado y no veo nada, no tengo nada, no he construido nada.
Con los años construí mi vida sobre una pantomímica fantasía de pensar, que era más de lo que realmente fuí. De que el mundo estaba arrodillado a mis pies adorandome cual Adonis quijotesco.
Me creí Dios, me sentí Dios, construí sobre estupidas ideas irracionales mi vida, sin darme cuenta que la vida no es solo lamentarse, sino luchar, caerse y levantarse.
Cuantas veces negué los sabios consejos de aquellos que querían ayudarme, creyendo que sólo yo era dueño de la verdad absoluta, resolviendo con prepotencia y arrogancia alejar la fortuna de mi vida.
Ahora que la artritis me recuerda con campanarios latidos, que no puedo ni coger un vaso y el corazón no late, se ahoga de tanto colesterol, me arrepiento de pisar la mediana edad creyéndome un chiquillo, sintiéndome un chiquillo, comiendo como un chiquillo, comportándome con la inmadurez propia de un chiquillo. Estimulando y manipulando mi mente, para sentir el impulso que la testosterona crea cuando la juventud anida en el cuerpo, sin querer reconocer que envejecía, o mejor dicho, moría sin haber aprendido nada de la vida.
Sin tan siquiera tener una lección que dar a mis nietos, los cuales me miran como un ser extraño al que llaman abuelo, o quizás lo sienta yo así, porque es un titulo que nunca me he ganado.
Ahora que la incertidumbre me espera en forma de olvido, y mis pulmones buscan y rebuscan una cuota de oxigeno para mantenerme vivo, le pido al señor del destino que me de una segunda oportunidad.Para poder rectificar, dar lo que no he dado y sentirme satisfecho, cuando el barquero me ayude a cruzar el río de lo eterno y poder mirar atrás y ver las huellas que he dejado en el camino de mi vida.
La daga pensante.

Dos caminos y un sendero.

Nacimos los dos a la vez, convirtiéndonos en cuerpo y alma. Tú eras el cuerpo, yo el alma de un niño llamado José. Pero desde el mismo instante en el que él nació, algo en ti y en mí nos hizo distinto. Y aquel niño desde temprana edad, comprendió que su cuerpo y su ser se dividían en dos mitades que nunca convergerían en un mismo destino.
Su cuerpo estaba diseñado para jugar al fútbol, a la trompa, mientras su alma le pedía muñecas y casitas. Dura y difícil textura, luchar contra algo que no entiendes. Largas horas de soledad, intentando no descubrir lo que su alma pedía a gritos.
Un día se miró al espejo mientras olía las colonias que su madre guardaba en el tocador, y de manera inconsciente, cogió los polvos y empezó a colorear se cara, dibujando en ella una silueta femenina con la que empezaba a identificarse. De repente su madre entró y las lágrimas de José, desdibujaron aquel reflejo de su yo interior. Mamá lo atrajo a su regazo y entre sollozos le dijo: Será nuestro secreto, que quizás debemos compartir con papá.
Pero papá era demasiado retrogrado para entender los complejos caminos de la naturaleza humana, cayendo en un profundo rechazo y resolviendo  alejarse de aquel niño, al cual culpaba de todas sus desgracias.
 Haciéndole comprender que su futuro estaría marcado por la incomprensión y el rechazo.
Pero tenía la complicidad de su madre, alianza irrompible que le llevaría a visitar médicos y psicólogos, en busca de un nuevo renacer.
Reasignación de genero le dijeron que se llamaba la operación, pero antes había que empezar un largo tratamiento hormonal en busca del cambio. Otra vez las espinas, se imponían a la felicidad de su yo interior.
Comenzar a vivir con otras características faciales y corporales era su sueño, pero como compaginar su cambio con la convivencia diaria de chicos que no entendían lo que veían. Las bromas eran duras, de mal gusto, y algún día que otro, sus ojos reflejaban un morado intenso. Dolor que lo hacía más fuerte en liberar su verdadero yo. Su madre temía que algún día, aquellas palizas lesionaran seriamente a su niño. Pero él les restaba importancia, ya que tenía la compasión suficiente de perdonar a los que no le comprendía.
Su voz empezó una batalla entre los tonos graves y agudo, su silueta se desdibujó tomando anchuras femeninas, sus pechos empezaban a crecer y en su rostro ya casi no quedaban huellas de aquel niño que se llamaba José.
Su cuerpo estaba listo para reasignarle un nuevo sexo, su mente también. los especialistas daban informes positivos, así que una tarde de mayo, aquel niño hoy convertido en mujer, desarraigó de su vida aquello que aún le recordaba que su alma había estado prisionera en un cuerpo equivocado.
Al salir de la operación José, se abrazó a su madre, su vida había sido reescrita. Su pasado no era más que un mal sueño del que casi nadie se acordaba. Ya era mujer y podía mirarse al espejo sin engañar a su mente con  ilusiones ópticas. Ahora el reflejo era real, y la satisfacción constante.
En su documento nacional de identidad rezaba el nombre de María José, combinación de su propio nombre y el de esa mujer que le ayudo en el largo y difícil camino hacia la libertad corporal.
Cuarenta años hace ya que nos conocimos, cuarenta años que el destino quiso regalarle a una familia un niño con alma de mujer. Un niño que sin temor, se enfrentó a si mismo y con voluntad resoluta hoy vive en el cuerpo soñado con la libertad anhelada.
La daga pensante.

Hasta aquí.

Basta ya, me dije mientras terminaba de fregar los platos de la comida. Llevo treinta y cinco años haciendo lo mismo, con la abnegada dedicación de una mujer resignada a su destino.
He criado tres hijos, los cuales están en edad de encontrar su propio camino y que hace mucho, pero mucho tiempo, me ven como una figura ornamental más de la decoración de la casa, salvo cuando tienen hambre o quieren que les lave o les planche alguna ropa en especial.
Y que decir de mi marido, el cual lleva años sumido en una crisis existencial, queriendo demostrar a cada momento su virilidad, excepto en la cama, donde se desploma como un coco al caer de una palmera. Emitiendo esos molestos gruñidos provocados por el tabaco y el exceso de colesterol.
Y es que, debí hacerle caso a mi padre que me decía que estudiara, para que fuera independiente. Pero yo, quería tener familia, una bonita y amplia familia, sin pensar que con los años nadie repararía en mi, salvo la televisión, con la cual a veces me sorprendo teniendo animadas conversaciones.
Por eso, hasta aquí llega mi sumisión y estos son los últimos platos que friego, por lo menos hasta dentro de 21 día, que es lo que dura el crucero en el que me voy a dar, mis merecidas y tardías vacaciones.
 Les he dejado comida preparada para dos semanas y bastante charcutería, además de alguna que otra cosa congelada en la nevera acompañada de una nota que dice:
"Mamá se ha ido de crucero por el Caribe, guardad vuestras protestas para cuando yo regrese.
 En la nevera, hay comida para varios días y en el cuarto de la plancha ropa limpia.
Cuidaros y desearme feliz travesía.
Un beso.Os quiere mamá."

La daga pensante.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El niño y el sabio.

Cuentan que en un lugar de la India, existía un hombre sabio, cuyas palabras eran escuchadas por príncipes y reyes. Sus meditaciones y razonamientos, eran tan correctos que no cabía discusión alguna.
Dicen aquellos que lo conocieron, que un día llegó el emisario de un reino lejano pidiendo consejo al anciano sabio, ya que su reino estaba siendo amenazado por un ejercito que los doblaba en número y en armas. El sabio lo escucho con detenimiento, prestando gran atención a las palabras desesperadas de aquel emisario de tierras lejas. Al terminar de contar todo aquello que creía el extranjero que era importante, el sabio preguntó:
-¿Digame noble señor, conoce usted a su enemigo?
A lo que contestó el desesperado emisario:
-Solo sé que nos doblan en número y que su rey es un hombre avaricioso.
-Entonces querido amigo, sacar de vuestros palacios todo lo que sea de valor, y dejarlo en la entrada de vuestro reino con una nota que diga "Si esto es lo que venís a buscar, llevároslo. Porque para nosotros, lo que verdaderamente tiene valor está detrás de estos muros ,que son nuestras vidas y no os la vamos a entregar".
El emisario, contrariado, regresó a su reino. Y así expresó a su rey la reflexión del legendario sabio indio.  El rey acató aquel ilógico consejo. Al amanecer, sacaron todo el oro, y lo dejaron a las puertas del reino, con las palabras dichas por el anciano sabio.
A medio día, el pueblo observó como las tropas enemigas se retiraban, el sabio volvía a tener razón. Su leyenda y fama se agigantaba.
Pero un día, el hombre sabio, se vio envuelto en una encrucijada filosófica. Uno de sus discípulos, le preguntó que era la felicidad.
El sabio al no encontrar respuesta en sus pensamientos, decidió salir en busca de la misma. Alejose de su monasterio y recorrió distintos caminos preguntando siempre lo mismo:
 -¿Señor, que es la felicidad?
A lo largo de su travesía en busca de una única respuesta, que definiera la felicidad, hayose con varias distintas. Algunos decían que era la familia, otros la estabilidad emocional que da la religión, el oro, etc...
Ya de regreso a su monasterio, se encontró a un niño dándole de beber a dos elefantes, atraído por aquella estampa del niño y los dos elefantes, el hombre sabio se acercó y con voz meditabunda, preguntó al infante:
 -¿Sabrías decirme, hijo, que es la felicidad?
El niño lo miró con expresión contrariada y le respondió:
-Señor, la felicidad es una palabra y nada más.
Sorprendido por la lógica respuesta, volvió a preguntar:
 -Sí, pero ¿qué encierra la palabra felicidad?
-No encierra nada.-Dijo el niño acariciando a uno de sus elefantes. -Ni define nada. La felicidad, señor, es como la sabiduría, existe hasta que algo o alguien te la arrebata. Usted dejó de sentirse sabio, cuando alguien le pregunto por el significado de la palabra felicidad. Y yo, deje de ser feliz, cuando usted me molestó preguntándome por la misma.
Con esa intensa respuesta el hombre sabio, regresó a su recogimiento, donde lo esperaba su inquieto discípulo, que al verlo preguntó:
-Maestro, ¿sabe ya lo que es la felicidad?
El anciano sabio sonrió, y mirándolo dijo:
-Ser niño.
La daga pensante.

Estare.

Cuando el frío de los años ahogue el calor de tu mirada, y el invierno seque las hojas de tu primavera, estaré.
Cuando el deseo pase y la pasión se encierre en tormentas de dolor y tristeza, estaré.
Cuando el pasado, sea tu presente más incierto y te sumes en un mar de dudas y reproches, estaré.
Cuando la luna, deje de ser esa amiga cómplice con la que compartíamos caricias y fantasías en noches interminables de pasión desmedida, estaré.
Cuando dejes de ser tú, porque la maldad anciana le ha ganado a la perfecta y tersa juventud, convirtiéndote en adicta al reproche de mirarte en el espejo, estaré.
Estaré, porque no hay nada en el mundo que me separe de ti.
Estaré porque los años siembran semillas profundas, de amor y compañía.
Estaré, porque te necesito. Porque eres mi yo, fingiendo en otro cuerpo el deseo de alejarse.
Estaré, porque estas grabada en mi cuerpo, en mi alma, en mi ser.
Estaré, porque eres el mar donde navegan mis pensamientos, mi brújula, mi puerto, mi destino.
Estaré, porque si no estas, a donde iría mi siamés corazón.
Estaré, porque eres la luz que alumbra el cuadro de mi vida, y es que cuando la vida acabe y el destino cierre con lágrimas de oro el libro de tu vida, estaré.
Estaré, porque ni el destino, ni los años, harán que mueras mientras esta alma mantenga viva la llama de tú recuerdo.
La daga pensante.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Me llaman machista.

Me llamo Lorenzo, y soy macho.Que pasa.
Lo digo bien orgulloso, soy macho, bien macho, de los que llevan patillas largas y camisa de cuadros, como manda la tradición.
Yo no entiendo de eso de... metrosexual, ni de cremitas, ni de igualdad, y todas esas tonterías que se inventan los que no tienen nada que hacer.
Los hombres son machos desde que los pare su madre, hasta que se mueren.
¿Qué es eso, de quitarse grasa o disimular arrugas?, uno es como es y punto. Vamos, yo en mi vida he perdido el tiempo en esas cosas.
A los diecisiete años me puse a trabajar, como manda la tradición, que "pa" eso nacen los hombres, "pa" trabajar y formar familia cristiana. Eso de los estudios es para los nenazas.
Y a los veinte años, estaba casado con mi señora, con el permiso de Dios y de sus padres. Y en el mismo momento en el que entramos en casa, le dije a la parienta: En esta casa, mandas tú, que yo no voy a perder el tiempo en eso. Lo mio es el ladrillo, y así ha sido durante cuarenta años.
Cuando nació mi hijo Ramiro, le volví a decir: El nombre lo escoges tú, que mi santo padre, dice que es la mujer la que escoge el nombre, para evitar que después le pongan... apoditos y cosas raras. Porque uno cuando nace, se le bautiza con un nombre cristiano... "pa" toda la vida. Es así, como tienen que ser las cosas, como manda la tradición, no estos inventos de ahora, que si los dos deciden, que si los derechos y toda esa sarta de tonterías que hablan los jóvenes. Como me dijo ayer Eusebio, un muchachito que esta aprendiendo el oficio de albañil, va y me dice de que la mujer esta en cinta, y tiene riesgo de aborto y la está llevando a yoga, por no se que historia de la respiración.
Yo "na" más que lo miré y le dije: Parece mentira que con ese nombre tan varonil que tienes, Eusebio; seas tan nenaza. Si la parienta está jodia, descanso como se ha hecho toda la vida de Dios, y tú ha hacerlo todo en casa que "pa" eso eres un hombre.Porque es así.
Yo llegué ayer a mi casa y le dije a mi señora: Qué, no hay comida en esta casa o qué. Y me respondió que estaba cansada.
Coño, tiré el plato y... me la llevé a cenar por ahí, porque para eso está uno, para cuidar de los suyos. Le dije a Ramirito: vistase que nos vamos a cenar.
Y el niño, estaba hablando con la novia. Con la novia.
Pero que es eso de hablar con la novia, sin permiso de los padres de la chiquita. Le dije: Cuelga el cacharro ese, que vas a ver animales sin estar en el zoológico. Y vistete.
Y me sale el niño con  unas pintas, vestido de negro, porque dice que es gótico. Coño, tuve que buscar en el diccionario lo que era. Lo miré, y le dije: Después usted y yo hablamos, que su santa madre esta mala.
Al día siguiente, fui con él a pedirle permiso al padre de la muchachita, y para que supiese que somos gente seria, y que si la niña... vamos que si hay algo raro, aquí está Lorenzo para asumir lo que haga falta.
"Pa" decir la verdad, al padre de la chiquita lo vi un poco nenaza, con unas pintas raras, vamos que iba con la edad que tiene en camiseta y un pendiente en la oreja. Pero yo soy el padre del novio, y respeto cualquier casa cristiana.Ahora... cuando salí le dije a Ramirito: Coño Ramirito, no había otro suegro, joder, que se me van a contaminar los genes de mis nietos y me van a salir raros. Porque de eso de estar cambiando de novia na de na. Uno escoge una mujer "pa" toda la vida.
De allí nos fuimos al cementerio pa darle una lección seria. Lo lleve a ver el panteón familiar, lo paré delante de la foto de los mayores y le dije:
Tú ves a tú abuelo, bisabuelo, tío o demás pariente vestido de negro... Pues no.¿Como van? con su patilla y su camisa a cuadros, como manda la tradición. Y usted, no va hacerme quedar mal, delante de la familia, así que mañana se me quita esas pintas y las quema.
Y el niño, va y me suelta que soy un dinosaurio y un machista.
Lo miré, y le dije: Lo primero se lo que es, lo segundo no. Pero si lleva patillas y camisa a cuadros, entonces es de los mios, y tira pa casa que te voy a meter una que te va a dejar la oreja comunicando, que hay que hacer la comida que tu madre sigue mala, y con la conversadera se han hecho las doce del medio día y los hombres comen a las dos de la tarde en punto, como manda la tradición de toda la vida de Dios.
La daga pensante.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El juego de lo incierto.

La noche, se convirtió en un infierno para Karla. Era dificil conciliar el sueño, con esa sensación de frío que recorría su cuerpo, la soledad la ahogaba, estrangulandola con irregulares pesadillas.
La televisión, fue su consuelo mientras veía el discurrir de las horas, con la impaciencia de un condenado que espera su muerte.
El reloj rompió el silencio, sobrecogiendo su alma, marcaba las siete cincuenta de la mañana, hora  de marchar al trabajo.
Karla se incorporó del sofá y se adentró al baño, no dejaba de repasar en su mente aquellas pesadillas irregulares donde conocía el horror de su propia muerte.
Otra vez, aquel escalofrío invadió su cuerpo, rompió a cantar para desterrar la angustia que sentía. El timbre de su puerta vino al rescate, se envolvió en una toalla y se apresuró a contestar. Del otro lado del telefonillo nadie contestaba, miró a través de la ventana y la calle estaba desierta. Se encogió de hombros y se vistió.
Un café bien cargado, vino a revitalizar sus vidriados ojos. Besó la foto de su ya desaparecido padre, abrió la puerta y se dirigió rumbo al trabajo. Comenzaba el día para ella.
La calle estaba vacía, cosa normal a esas horas, y algo a lo que Karla estaba acostumbrada. Ella llevaba años haciendo el mismo recorrido, pero hoy era distinto, sus sentidos estaban alerta y el miedo se apoderaba de su cuerpo sin razón aparente. Dobló la esquina y se dirigió a coger el metro que la conduciría al bloque de oficinas donde trabajaba, cuando de repente apareció él.
El hombre que durante la noche la atormento con irregulares pesadillas. Ese hombre de mirada perdida y rostro duro, con una fina barba de día y medio. El extraño personaje le preguntó por una dirección, su idioma era distinto, quizás del este, pensó Karla, mientras observaba el dedo que indicaba un lugar en el mapa. Karla sonrió amablemente, tenía la intención de indicarle hacia donde debía dirigirse, cerca de allí había una oficina de atención al turista. Cuando de repente la brisa le entregó un olor intenso a azufre. Volvía de nuevo esa extraña sensación, levantó la vista, moviendo la cabeza en señal de negación y aceleró su paso.
Quince pasos había dado ya, cuando decidió voltear la cabeza, descubriendo que el extraño caballero seguía tras ella con una sonrisa irónica y ese intenso olor a azufre. Pensó en correr, pero sus piernas no le respondieron. Llamaré a alguien, se dijo, pero su movil se había quedado sin batería. ¿Qué hacer?
La desesperación invadia su consciente, haciendola presa fácil de lo incierto. Un cruel rayo, dejó la iluminada calle a oscuras. Todo su cuerpo se paralizó, sentía como los edificios cerraban sus pasos, tocó su corazón y no sintió su latir. La vida se le escapaba, como en aquellas irregulares pesadillas.
Algo tocaba su hombro, era él, el caballero extraño.La tenía en sus brazos, su miedo ya no existía. La adrenalina lo apagaba, no sentía nada, solo una rabía incontrolada.
Estaba cansada de huir de aquel reflejo, su cuerpo reaccionó de manera involuntaria. Un bilico vómito recorrió su garganta, derramandose con violencia sobre su ropa. Las lágrimas recorrian sus mejillas rojizas de tanto calor. Aquel ser extraño la seguía teniendo atrapada entre sus brazos, arrastrandola a un infierno del que no podía escapar.
Con el asa de su cartera rodeó el cuello del extraño ser, y revolviendose con una agilidad boetica, comenzó a ahogar al extraño de olor a azufre.
Notaba como se apagaba su aliento mientras luchaba por deshacerse de su horca constricta. La energía que desprendía aquel extraño ser la hacía más fuerte.
Sintió un intenso olor que no era azufre, aquel ser se había defecado, ya no se resistía. Karla soltó suavemente el asa que rodeaba el cuello del hombre de olor a azufre, estaba tranquila, serena, con una leve sonrisa, había burlado el cruel destino que la esperaba desgarrante en irregulares pesadillas.
La conciencia le volvía, ya no estaba inerte, ni se sentía enagenada, todo había pasado o no.

La avenida recobró la luz y otra realidad aparecía. Karla yacía en el suelo, defecada, vomitada y con un extraño lazo hecho con el asa de su propia cartera.
Nunca hubo un caminante extraño, su mente la llevó a sucumbir a sus miedos, haciendola presa de su propia violencia. Su materia yacía muerta en medio de un río incesante de curiosos, mientras su espectro vagaba errante lleno de rabia y frustración, atormentandose mientras recordaba aquellas intermitentes pesadillas.
La daga pensante.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Soy yo.

Soy la maldad que aqueja el mundo, la razón de ser del inconsciente.
Soy sol, soy luna, universo, constelación, estrella, planeta inerte en galaxia lejana.
Soy aventura, temor, realidad, fantasía.
Soy el alma del aguerrido, del cobarde, del valiente y del poeta.
Lírica incesante de batallas, sangre, tierra, agua, fuego.
Soy la sonrisa del caído que desesperado ve yacer a su lado la ruina, la arrogancia de la conquista y el terror supremo de los pueblos vencidos.
Soy espíritu propio, religión, versículo convertido en Dios elevado a los altares terrenales para descender cual profecía a lo oscuro, lo abstracto, lo indomino.
Perpetua esclavitud del inframundo convertido en diablo, siervo, anclado en el egoísmo y la avaricia desmedida, volteadas sobre fieles fracasos y derrotas.
Soy imperio, recuerdo e historia.
Soy leyenda escrita en tinta y llanto, vanguardia de estandartes culpables de tanto sufrimiento y exterminio.
Soy la conciencia que acalla a aquel, que lejano ve al pueblo que dirige convertido en un ser solitario, frío, impropio e inerte.
Soy el padre, el hijo, la sombra de la duda, la razón de ser de lo eterno, lo invisible, lo que se teme y se aleja, lo que se acerca y se aparta.
Soy el cuerpo, el alma, la voz, la conciencia.
Soy la vida que nace y muere.
Soy la sabia decisión del destino.
Soy el camino del errante.
Soy el puerto, el barco, el mar, la brújula donde nace el pensamiento que evoluciona al hombre, la razón de ser de todo lo que abunda en este planeta y su consecuencia.
Soy simple y a la vez compleja. Vivo en ti, y en él, en ellos.
Soy inconsciente, incesante, lleno de caminos y encrucijadas.
Soy la vida del científico, del filósofo, del general, del poeta y del cantor su razón de ser, su existencia primaria.
Soy más que Dios, porque yo soy el verdadero ser supremo.
Soy lo que buscas y no encuentras.
 
                                               SOY LA IDEA.

La daga pensante.