jueves, 22 de septiembre de 2011

El niño y el sabio.

Cuentan que en un lugar de la India, existía un hombre sabio, cuyas palabras eran escuchadas por príncipes y reyes. Sus meditaciones y razonamientos, eran tan correctos que no cabía discusión alguna.
Dicen aquellos que lo conocieron, que un día llegó el emisario de un reino lejano pidiendo consejo al anciano sabio, ya que su reino estaba siendo amenazado por un ejercito que los doblaba en número y en armas. El sabio lo escucho con detenimiento, prestando gran atención a las palabras desesperadas de aquel emisario de tierras lejas. Al terminar de contar todo aquello que creía el extranjero que era importante, el sabio preguntó:
-¿Digame noble señor, conoce usted a su enemigo?
A lo que contestó el desesperado emisario:
-Solo sé que nos doblan en número y que su rey es un hombre avaricioso.
-Entonces querido amigo, sacar de vuestros palacios todo lo que sea de valor, y dejarlo en la entrada de vuestro reino con una nota que diga "Si esto es lo que venís a buscar, llevároslo. Porque para nosotros, lo que verdaderamente tiene valor está detrás de estos muros ,que son nuestras vidas y no os la vamos a entregar".
El emisario, contrariado, regresó a su reino. Y así expresó a su rey la reflexión del legendario sabio indio.  El rey acató aquel ilógico consejo. Al amanecer, sacaron todo el oro, y lo dejaron a las puertas del reino, con las palabras dichas por el anciano sabio.
A medio día, el pueblo observó como las tropas enemigas se retiraban, el sabio volvía a tener razón. Su leyenda y fama se agigantaba.
Pero un día, el hombre sabio, se vio envuelto en una encrucijada filosófica. Uno de sus discípulos, le preguntó que era la felicidad.
El sabio al no encontrar respuesta en sus pensamientos, decidió salir en busca de la misma. Alejose de su monasterio y recorrió distintos caminos preguntando siempre lo mismo:
 -¿Señor, que es la felicidad?
A lo largo de su travesía en busca de una única respuesta, que definiera la felicidad, hayose con varias distintas. Algunos decían que era la familia, otros la estabilidad emocional que da la religión, el oro, etc...
Ya de regreso a su monasterio, se encontró a un niño dándole de beber a dos elefantes, atraído por aquella estampa del niño y los dos elefantes, el hombre sabio se acercó y con voz meditabunda, preguntó al infante:
 -¿Sabrías decirme, hijo, que es la felicidad?
El niño lo miró con expresión contrariada y le respondió:
-Señor, la felicidad es una palabra y nada más.
Sorprendido por la lógica respuesta, volvió a preguntar:
 -Sí, pero ¿qué encierra la palabra felicidad?
-No encierra nada.-Dijo el niño acariciando a uno de sus elefantes. -Ni define nada. La felicidad, señor, es como la sabiduría, existe hasta que algo o alguien te la arrebata. Usted dejó de sentirse sabio, cuando alguien le pregunto por el significado de la palabra felicidad. Y yo, deje de ser feliz, cuando usted me molestó preguntándome por la misma.
Con esa intensa respuesta el hombre sabio, regresó a su recogimiento, donde lo esperaba su inquieto discípulo, que al verlo preguntó:
-Maestro, ¿sabe ya lo que es la felicidad?
El anciano sabio sonrió, y mirándolo dijo:
-Ser niño.
La daga pensante.

2 comentarios:

  1. Muy buena histaria por el momento ha sido la que mas me a interesado y gustado, ser feliz conlleva no preocuparse por la misma si no solo ser feliz con lo que haces

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  2. Totalmente de acuerdo contigo Juanca.En este cuento intente transmitir el sentido de lo que muy bien expresas en tu comentario.
    Un saludo y espero verte de nuevo por estos lares.

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