martes, 25 de octubre de 2011

En cinco pasos.

La noche se hacía imposible para Albert, un extensivo cáncer minaba sus pulmones, haciéndolo presa de intensos dolores y fatiga. En su mesilla de noche, un frasco de pastillas, y en su voluntad el dejar de vivir, o mejor dicho, dejar de sufrir.
Una llamada oportuna, lo sacó de su agonía. Al otro lado del teléfono , una voz requería sus servicios como psicólogo. No era un cliente más, ni una citada charla en la universidad, sino que era la policía.
Albert se vistió mientras conversaba con su imagen, tan desgastada y angustiada por el caminar exterminador del cáncer en sus pulmones.
Al llegar al aparcamiento del edificio policial, una fuerte tos le hizo esputar una gran mancha de sangre en su pañuelo. El fin esta cerca ya, se dijo. Y con paso cansado se dirigió al interior del edificio donde lo esperaba el inspector Dhom, dueño de aquella voz que instantes antes lo sacó de sus lamentaciones.
-Digame inspector porque me han llamado.- Preguntó Albert.
-Hace días, que tenemos la intención de arrancar la confesión de un asesino múltiple, al cual las pruebas incriminan. Pero se resiste ha decir donde están los cuerpo, y como hace años usted me ayudó en una investigación, pensé que nos sería útil. Y la verdad, estamos desesperados.
Albert sonrió, y le pidió que lo llevara delante del detenido. También exigió estar solo, tener las llaves de las esposas y un pequeño objeto afilado.
-Eso es imposible, doctor.- Exclamó el inspector.
-Solo una reflexión viejo amigo. Me estoy muriendo y no tengo mucho tiempo para discutir, o me da lo que le pido o me voy a maldecir a Dios a mi casa.
El inspector se encogió de hombros y pidió que le entregaran al psicólogo lo que exigía. Mientras le deseaba suerte en el interrogatorio.
Albert, entró al cuarto del interrogatorio con el mismo andar fatigado con el que instantes antes cruzaba el umbral de la comisaria.Frente a él, sentado, había un hombre de mirada tranquila, poco volumen corporal y baja estatura.
Aquel hombre observó al enfermo psicólogo, que con pasos lentos y cortos, le desataba las manos y los pies de sus metálicos yugos.Albert se sentó detrás de la mesa de interrogatorios, abrió su maletín y sacó un juego de ajedrez. Organizó las fichas en el tablero y miró al detenido, como si de algún lejano amigo se tratase.
-Bien amigo, en este momento y entre estas cuatro paredes, es usted libre. Puede matarme si lo desea, aunque le advierto, estoy en fase terminal y me haría usted un gran favor, al igual que a la policía que ya tendría un  cuerpo y un asesinato demostrable. Para mí sería fácil desquiciarle y provocar lo descrito, pero pienso que la muerte debe de ser un acto digno y no lo haré. Solo una pregunta, ¿juega usted al ajedrez?
El detenido asintió con la cabeza.
-Entonces juguemos-, dijo Albert mientras giraba el tablero con las fichas blancas cara al detenido.
Hora y media duró la partida, teniendo como resultado la derrota del enfermo psicólogo. Albert se levantó, se dirigió a la pared de espejo e hizo una señal para que entrara el inspector.
-¡Ya se lo que quiere saber!-, exclamó.
-¿Cómo?- preguntó el inspector.
-Jugando al ajedrez.
-¿Expliquese?
-Este señor, como bien dijo usted, es culpable. Seleccionó a sus víctimas de manera consciente y las tiene enterradas en el campo, o mejor dicho, detrás de una casa de campo.
-Y todo eso lo sabe por jugar al ajedrez-, replicó el detenido con cara de sorpresa.
-No señor, todo eso lo se, porque usted me lo contó jugando al ajedrez.
-Pero va a decir donde están o no.- Exasperó el inspector.
-Tranquilo amigo, para empezar les diré que el ajedrez es mas que un juego, es psicología. El primer movimiento que usted realizó fue con el caballo, dandome la concepción de que tiene como refugio los lugares de campo. Después fue entregando sus peones de manera obsesiva, proyectando un odio incontrolado a la sociedad y a las personas, pero sabe jugar al ajedrez, lo que indica que ha triunfado en la sociedad. Cada movimiento lo iniciaba con la dama, exponiéndola, lo que también me llevó a la conclusión de que tenía una relación nada agradable con su madre. Nunca enrocó al rey, dandome el dato de que se crió sin padre o lejos de el. Y por último, nunca arriesgó las torres y siempre las defendió con los caballos. Conclusión, usted asesinó porque odia la sociedad, enterrando los cuerpos en una casa de campo propiedad de su madre.
El inspector Dhom, escuchaba incrédulo, mientras que el ya desenmascarado asesino, se abalanzaba sobre la mesa buscando el pequeño objeto cortante que hora y media antes había depositado el enfermo psicólogo, recibiendo un fuerte impacto por parte del mismo.
-Le dije que la muerte era un acto honorable- exclamó Albert mientras secaba unas pequeñas gotas de sudor y guardaba su tablero de ajedrez, y dirigiéndose hacia la puerta dijo con voz flemática:
-Bueno viejo amigo, ya yo no pinto nada aquí, me voy a mi casa a maldecir mi destino. Gracias por robar un poco de mi escaso tiempo, para resolver un buen enigma. Que la vida le sonría pero no con sonrisas de sangre como a mí.

La daga pensante.

5 comentarios:

  1. He aquí un relato de lo más interesante, por dramático, en cuanto a cómo este hombre se enfrenta con total entereza a su destino irrevocable, e ingenioso, agudo e inteligente, con esta dilucidación de un crimen a través de un tablero de ajedrez. Sorprendente y magnífica explicación de las piezas, movimientos y simbología conductual. Me ha gustado mucho, muy inteligente.

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  2. Además tiene todo el sentido del mundo esa explicación: "dime como juegas y te diré cómo eres"... Por otro lado tocas uno de mis temas predilectos. Creo firmemente que la vida es como una partida de ajedrez, contra el tiempo, los elementos, la finitud. Todo tiene consecuencias, incluso un movimiento de peón superfluo. Toda pieza movida tiene una consecuencia. Hay que saber mover las fichas, tomar decisiones. Algunas no tienen gran importancia y hay un plan b, pero en otras ocasiones, algunas piezas movidas,algunas decisiones tomadas pueden ser trascendentales, un viaje sin retorno... Saludos. Interesante inspector Albert.

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  3. Me ha recordado, era inevitable, a la fabulosa, rarísima e interesantísima película de Bergman "El Séptimo sello", con esa partida definitiva de ajedrez y ese papel magnífico interpretado por Max Von Sydow. Saludos

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  4. Me has dejado sin palabras amigo Victor con la profundidad de tus comentarios. A mi siempre me ha seducido el juego psicologico, e intenté en este cuento, coquetear con el mismo. Me es de grato agrado que el relato y el personaje de Albert te hayan gustado. He de confesarte que el séptimo sello no lo he visto, pero la buscaré y la veré.
    Un saludo.

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  5. Pues lo has logrado, amiga, tutear sin titubeos a los engranajes complicadísimos de la psique, que como sabes, me encanta, me atrae mucho. Deberías ver, sin duda, "El séptimo sello". Una película profunda, para cavilar, lejos de los tradicionales cánones cinematográficos. Si te gusta la psique y este tema que has tocado del ajedrez, esta película no debería defraudarte. Ya me dirás. Saludos

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